El desafío de auto valorarse sin depender de la ayuda de los demás

Estoy convencido que en la vida que nos toca vivir, tenemos que movernos y arriesgar si queremos conseguir algo. Como dice un viejo refrán “Querer es poder”. Quien se propone algo con tesón y pasión tiene muchas más posibilidades de conseguirlo que quien se acobarda, lo ve todo negativo, tiene una actitud pesimista o espera ayuda de los demás. Quien espera siempre ayuda de parte de los demás: padres, amigos, gobierno, Inem, iglesia, etc… puede desarrollar una actitud poco lanzada en la vida. La ayuda se puede justificar en causas muy extremas o a personas físicas y mentalmente discapacitadas de verdad.
Muchos educadores, pedagogos y psicólogos suelen afirmar que no siempre “ayudar” es realmente ayudar de verdad. Quien ayuda, no deja que la persona descubra y experimente la realidad de llegar a conseguir lo que necesita con sus propias fuerzas.
A veces “ayudar” es perjudicar porque no dejamos que esa persona, que está en una determinada necesidad, “crezca”, madure, se lance y “aprenda” a luchar, a sacrificarse, a ver en esa situación difícil un desafío en la vida! Quien consigue lo que se propuso, siente luego una alegría muy profunda en su vida que favorece su autoestima. Se auto valora: “Valgo, soy capaz, lo he logrado, cuando he querido lo he conseguido…” ya sea un puesto de trabajo en plena crisis, abrir un negocio, ponerse como autónomo, alcanzar una meta, conquistar un deseo, hacer realidad un proyecto de vida…etc.
En mi vida he podido comprobar que encontrándome en la misma situación en la que muchos “no podían llegar o realizar una determinada acción” otras personas “pudimos llegar y alcanzar lo inalcanzable, ya sea trabajo, realizar una tarea difícil, etc., sin pedir ayuda”.
Donde algunas personas encontraban grandes obstáculos y complicaciones, otros veíamos pequeñeces fáciles de “saltar” y solucionar o incluso de llegar a ver un desafío para combatirlo y ganarle al destino ¡su mala jugada! Un desafío que nos provoca la pasión por enfrentarlo, pelearlo y ganarle la batalla, otorgándonos una seguridad y confianza personal muy positiva para nuestra personalidad y salud mental. Cuando vemos que somos capaces de conseguir algo, sin necesidad obligatoria de pedir ayuda, por ejemplo un trabajo, una meta, etc. esta emoción positiva de sentirnos “capaces y ganadores” nos fortifica para los futuros desafíos de la vida.

NO DEJARSE CAER ANTE LAS DIFICULTADES. Aprendiendo solos a combatir en la vida para salir adelante.

Hace más de un año comencé a tener una enfermedad en las articulaciones, ¿me deprimí? ¡NO! Por supuesto que me preocupé un poco, pero ¡le declaré la guerra a la enfermedad! Y mi nuevo desafío fue cambiar mi estilo de vida, de alimentación, comenzar a caminar más kilómetros y sobretodo empezar a cambiar mi estilo de vida psíquico y emocional evitando a rajatabla toda aquella situación que pudiese ser carga emocional perturbadora.
Reconocer que debemos aprender a controlar nuestra mente porque nuestras emociones son las que pueden dominar y condicionar nuestro estado de ánimo.

Llegué a decirme: “El estrés no existe, soy yo quien me invento o aumento el Estrés normal de la vida cotidiana, y esto según la importancia y valor que le dé a cada situación… Soy yo quien, con mi actitud, le permito al estrés que me haga daño o no.”
El poder que tenga el estrés o ansiedad de hacernos daño dependerá muchísimo de la importancia o valor que yo les dé a éstos en mi vida. De la forma que yo interprete mis problemas, es la que definirá como veré las dificultades cotidianas de la vida y de la manera que éstos me afectarán emocional y físicamente. Dicho de otra manera: “No nos perjudica o hace daño lo que nos ocurre en la vida, sino lo que interpretamos sobre de lo que nos ocurre”.

Esta realidad este deseo de cambio de actitud me hizo recapacitar que lo que me estaba sucediendo dependía mucho de mi postura y estilo de vida y, sobretodo de la importancia que yo les daba a los problemas para seguir enfermando o sanándome. Decidí “cambiar el chip”. Al cabo de un mes empecé a ver los primeros resultados. Mi enfermedad empezó a detenerse poco a poco sin medicamentos. Por supuesto, al principio busqué ayuda en la medicina convencional pero la solución fue darme drogas farmacéuticas para “aliviar” los síntomas, no las causas, (Paracetamol, Cortisona, Ibuprofeno… etc.) Compruebo una vez más que la medicina no siempre “ataca” a las raíces de los problemas físicos o psíquicos sino más bien a los síntomas. Es como curar las hojas del árbol cuando esa enfermedad está en la raíz.

Me pregunto: ¿Pueden ser que algunos problemas, dificultades, enfermedades, etc. sean tan destructivas en nuestra vida para que tengan el poder de reducir la marcha o incluso llegar a paralizarnos o enfermarnos aun más? ¿Hasta qué punto un problema es un problema ante nuestros ojos? ¿Por qué algunas personas ante el mismo problema se desesperan, se ahogan y otros se ríen de él?

El secreto está en la importancia que le demos nosotros a cada situación en nuestra vida cotidiana.

Conrado,

Director de Luposan / Markus-Mühle / Natural-Extra