Venía a la ventana de mi casa y me miraba fijamente con sus ojos amarillentos verdosos, como pidiéndome que le diese algo de comer. Era una gata abandonada de una médica que tenía una casa en los alrededores de la mía, y se mudó a un piso en Dénia.
Era para mí un misterio, porque no sabía dónde estaba durante todo el día, sólo sabía que aparecía en mi ventana por las noches, cuando yo volvía de trabajar. A través del cristal podía oír su susurro, típico lenguaje de los gatos cuando son felices. Quizás al encontrarnos, mi mirada le daba felicidad dentro de su soledad. Un abandono incomprensible que aceptó porque no tenía más remedio.
Para que pudiese pasar las noches frías a cubierto, dejé la ventana abierta de una caseta que tengo en mi jardín. Allí le preparé su cama con una buena manta. No podía vivir conmigo porque mi pastor alemán la había perseguido y atacado varias veces, gracias a Dios siempre se pudo escapar. Poco a poco, con el tiempo, se fue creando entre esa gata misteriosa de la noche y mi alma una especie de conexión. Y le di mi amistad y mi apoyo.
Los primeros meses, cuando venía a la ventana, estaba preciosa. Su pelo rojizo amarronado, y sus ojos llenos de brillo. Cuando yo salía al patio, venía a saludarme rozándose con mis piernas, haciendo como una danza felina de saludo y agradecimiento. Daba saltos, era su forma de manifestar alegría. Me fascinaba su belleza y en ella, como en el resto de los animales y de la naturaleza, podía contemplar la maravillosa mano creadora de Dios. Sentía en mi alma un profundo respeto porque no era mi propiedad ni mi creación, era la propiedad de “otro”, de Dios. Esta actitud me hacía experimentar un gran respeto y un profundo deseo de protegerla. Misteriosamente, me hacía sentir copartícipe y colaborador con el Creador. Sentirme “socio” del Creador cuidando, respetando y protegiendo su creación me produce un éxtasis con sabor a eternidad. ¿Estupideces? Quizás, pero a través de nuestro encuentro con la mirada, surgían en mi alma conexiones que me daban una profunda felicidad y un agradecimiento inmenso a Dios por esta fascinante creación.
La llamé Coloradita. Intentaba preguntarle en mi lenguaje: ¿Qué te trajo a mi casa, a mi ventana, a saludarme? ¿Qué vida has tenido? ¿Dónde has vivido? ¿Con quién has estado? ¿Has venido a mi vida porque tienes un plan conmigo? ¿Vienes para enseñarme alguna lección de vida? A veces me parecía sentir una respuesta en mi alma, pero no estaba seguro si eran ilusiones fabricadas por mi cerebro, alucinaciones o pensamientos preconcebidos. Una vez tuve un gato que se llamaba Buenito y él me enseño lo venenoso que es el estrés. Recibí esta enseñanza que me hizo cambiar poco a poco. Buenito ya no está, pero dejó su huella marcada en mi corazón.
Observando a Coloradita, me fui fijando que su nariz comenzó a desarrollar una herida abierta. Al principio no le hice caso, pensé que se habría hecho daño por la vida salvaje que tuvo que afrontar. Yo la seguía alimentando diariamente, y observaba que esa herida abierta no cicatrizaba. Al contrario, crecía más y más.
Decidí llevarla a un veterinario amigo, de mucha confianza y para ello la busqué durante el día para transportarla, pero me di cuenta que era casi imposible encontrarla durante el día, no sabía lo que hacía ni donde estaba. Tenía una vida misteriosa y secreta a la que yo no podía acceder. Muchas veces durante el día la llamaba con comida para poder cogerla pero no aparecía. Aparecía sólo por las noches. Una noche intenté sujetarla y al ver el transportín salió corriendo desapareciendo en la oscuridad. ¿Quién sabe qué experiencias habría vivido en relación con un trasportín?
Muchas noches cuando llegaba a casa, no la encontraba en el patio ni en la ventana de la cocina y sentía una gran preocupación. ¿Dónde estará mi misteriosa Coloradita? ¿Le habrá pasado algo? En mi vecindario había muchos perros que podían atacarla y hacerle daño. La llamaba, y de repente, como si cayera del cielo, aparecía con su ronroneo alrededor de mis piernas. Un día, cuando llegué a casa por la noche, y teníamos nuestro encuentro casi programado, no la encontré. La llamé y no apareció. Como si intuyera que quería llevarla al día siguiente al veterinario. Así pasaron cuatro o cinco días. No apareció más. ¿Quizás captó mi pensamiento de querer cogerla? Me pregunté, ¿pueden los gatos recibir telepáticamente nuestros pensamientos? Por eso decidí no pensar más en sujetarla, borrar este pensamiento de verdad de mi mente. Fue un ejercicio mental difícil para mí, pero quería que ella no “oyese” más este mensaje en mi pensamiento. Al cabo de unos días, Coloradita me dejó otra vez fascinado porque apareció de nuevo por la noche en la ventana. La encontré un poco demacrada, su pelo áspero y enredado. No sé si podía entenderme pero intenté enviarle pensamientos como: “Mi amor, te quiero ayudar, te quiero curar, dame la oportunidad de hacerlo, no quiero hacerte sufrir ni quiero hacerte daño. Confía en mí aunque soy un humano, quizás otros humanos no te valoraron y maltrataron o te trataron como una cosa, pero yo quiero ayudarte, te considero una creación de Dios”. No sé qué ocurrió, no quiero pensar que soy un brujo. ¿Casualidad, coincidencia? Pero esa noche se dejó coger y la metí en el trasportín. Se quedó allí toda la noche y al día siguiente a primera hora salimos de camino a la clínica.
Cuando el veterinario la visitó, se asombró de lo buena que era y de que se dejaba hacer todos los controles. Yo estaba a su lado siempre para mantener mi promesa mental de ayudarla. A veces me miraba como diciendo: “¿Qué me van a hacer?”. El veterinario me dijo que tenía cáncer de piel, carcinoma celular escamoso, probablemente como consecuencia de una dermatitis solar felina (DSF), es decir, de largas exposiciones al sol. Sus análisis de sangre salieron muy mal, estaba muy débil y no podíamos hacer ninguna intervención especial con ella. No pesaba casi nada. Me propuso la posibilidad de una eutanasia por su condición tan débil en general. Yo le dije que no, porque en mi intuición sentí que Coloradita no quería todavía morir y que lucharíamos juntos a ver si la podía recuperar.
El veterinario le puso varias inyecciones, y con anestesia general, le congeló la nariz (criocirugía) para destruir las células cancerígenas. También aprovechó que estaba dormida para sacarle algunos dientes que los tenía en muy malas condiciones e infectados. Mi Veterinario hizo un buen trabajo con ella.
Volvimos a casa, y me dije: “No puedo soltarla y dejarla en estas condiciones otra vez en libertad total”. Y como no podía tenerla en mi casa por Luna, la pastor alemán, decidí llevarla a la nave de mi empresa. Allí tengo muchas posibilidades y habitaciones. Probé a que compartiera una sala con otra gata que también recuperé de la calle, que se llama Blanquita, a la que también conseguí curar de su cancer de piel. Yo decidí orar por Coloradita a Dios. Por otra parte, comencé a estudiar toda su enfermedad al nivel de un científico autodidacta y así buscar otras alternativas para evitar lo más posible medicamentos tóxicos para su hígado y riñones y que debilitasen aun más su sistema inmunitario. Ahora le estoy dando algunos productos que, según la evidencias, le han detenido el avance del cáncer. Además, dejó de sangrar por la nariz, porque cada vez que estornudaba salpicaba sangre todo a su alrededor.
Creo que la intervención básica en el cáncer no está en tratar y combatir síntomas, (tumores) sino en atacar las causas y cambiar estilos de vida, alimentación, o los factores que pudiesen haber provocado el tumor, o la mutación de células sanas en cancerígenas. Muchos medicamentos para combatir el cáncer, como la quimioterapia, suelen debilitar aún más el sistema inmunitario provocando todo lo contrario y empeorando la situación y salud del animal o persona. Además pueden crear otras complicaciones en el cuerpo del perro o gato. Las estadísticas no hablan de grandes sucesos con estos químicos, y al final muchas personas sufren muchísimo por la enfermedad de su perro o gato, gastan mucho dinero en veterinarios y en medicamentos carísimos, (muy costosos por ser para animales). Sufre su compañero y al final los resultados no son tan favorables: se habla de un 4-5% de éxito nada más. El cáncer en animales de compañía y en personas se podría interpretar como el negocio del siglo, porque mueve muchos millones de euros. Además, según las estadísticas, tanto en animales como en personas el cáncer va en aumento. Estos resultados nos demuestran que no estamos haciendo lo correcto, que no estamos tratando causas sino anestesiando síntomas. Yo creo que el día que los veterinarios y médicos sean primero nutricionistas naturistas, abiertos s las terapias alternativas naturistas y sean un poco de psicoterapéutas…. entonces veremos la diferencia de frente al tratamiento de las enfermedades y del cáncer!
Estoy convencido y lo tengo probado que no necesitamos “receteros” de medicamentos para atacar o calmar síntomas sino profesionales de la salud con sabiduría naturista, más humanidad e interés en investigar y atacar las causas!
Aunque mi veterinario amigo es un muy buen profesional y ayudó a muchos compañeros mios, me dije, “Voy a tomar yo mismo la decisión de tratar a mi gatita. Lo primero que le voy a practicar es una purificación de hígado y riñones, le daré una alimentación libre de carbohidratos y lo más cercana a la alimentación natural de verdad y le daré algunos productos naturales especiales”. ¡Ya estoy viendo buenos resultados sin medicamentos convencionales! Soy feliz sintiéndome colaborador de Dios. De todos modos iré a hacerle un control con mi amigo Veterinario y quizás sorprenderlo por el cambio que ha tenido desde la última vez que la vió hace 2 meses.
¡Más adelante os iré contando sobre los resultados!
En la foto, aunque veáis mal a Coloradita, esta muchísimo mejor que hace dos meses. ¡Soy feliz!
7 febrero, 2020 at 1:29 pm
Me siento muy identificada con lo que escribes. Y creo que si físicamente no se puede hacer nada, los animales tienen la posibilidad de sentir nuestros pensamientos. O por lo menos eso me gusta creer.
Al lado de mi casa hay un perro que vive encerrado en un patio. No está atado. Le lanzo comida desde la azotea, pero me preocupa que no tenga agua suficiente y que se sienta solo y pase frío. Ahora mismo lo que se ve del patio está lleno de excrementos. Cada día espero ver al dueño entrando o saliendo de la casa para, con la excusa de darle comida para el perro, pedirle que me deje sacarlo de paseo y llevarlo al veterinario. Pero nunca coincidimos. Y no sé si dejarle una nota. Es una persona bastante imprevisible. Tiene la casa completamente abandonada.
El caso es que por la noche, antes de dormir intento concentrarme en el perro, y le envío calor. Suena absurdo. Quizás lo sea y es muy probable que eso me sirva más a mí, para acallar mi conciencia y quedarme dormida, que al pobre animal. Pero no sé por qué, creo que un día vivirá aquí en casa con nosotros. Mientras tanto haré todo lo posible por mejorar su situación.
19 septiembre, 2020 at 12:28 am
Hola, me parece un excelente artículo. Me gustaría compartir con ustedes , pues me gusta mucho vincularlo con las meditaciones, quisiera compartir un sitio que sé complementará mucho , después de leer este increíble artículo, los que deseen pueden visitarlo.
https://creandoabundancia.org/
Muchas gracias
Saludos